Cuando un periódico como el New York Times publica una editorial anónima que habla sobre el presidente de Estados Unidos, no es de extrañarse que la noticia vuele por todo el mundo. Pero si la editorial está escrita por un presunto miembro del gabinete ya la noticia tiene tinte de escándalo.
Y Donald Trump nada como pez en el agua en los escándalos.
Seamos claros, la editorial no lo deja bien parado. Lo hace ver como un hombre-niño caprichoso, enajenado por momentos y ciertamente peligroso. Detrás de semejante descripción hay alguien cercano, que lo conoce y trata con él todos los días. Alguien de su gobierno pero que, según Trump, tiene su propia agenda. Alguien que pertenece al Estado Profundo.
El mismo presidente no tardó en tuitear que la editorial era una estrategia del Estado Profundo y la izquierda para desestabilizarlo.
Aquel término que se acuñó en Turquía en la década del 90, comienza a ser escuchado por todos los votantes de Estados Unidos. El poder en las sombras no habita solo en gobiernos del tercer mundo con democracias endebles. Al menos, eso es lo que transmiten el presidente y sus más cercanos colaboradores.
Edward Snowden, el hombre que filtró secretos de la Agencia de Seguridad Nacional, dijo que el Estado Profundo está compuesto por oficiales en altos puestos que no se iban cuando el presidente dejaba el poder, permanecían allí y veían pasar mandatario tras mandatario. La definición del término varía según quien hable. Pero se trataría, básicamente, de una red de funcionarios que operaría de manera secreta para que Trump no pueda llevar a la práctica sus políticas.
Muchos analistas se resisten a creer que algo así exista en Estados Unidos. Pero su propio presidente, amante de las teorías conspiranoides, no deja de agitar fantasmas a su alrededor.
¿Puede funcionar en Estados Unidos una estructura secreta tan poderosa que socava al propio presidente? ¿O simplemente tiene Estados Unidos un sistema de contención que permite que hasta la cabeza del Poder Ejecutivo sufra regulaciones y no pueda hacer lo que se le ocurra?
Después de todo, las mejores teorías conspirativas, siempre tienen un elemento de verdad.
Trump ahora comenzará a buscar al responsable de dicha editorial. Varios medios hablaban de su vicepresidente como el traidor, otros hablaban de que recurría a la justicia para lograr que el medio gráfico más importante de Estados Unidos, convertido en su némesis, revele su fuente.
Mientras tanto, en el salón oval, ahora sabemos que hay “adultos a cargo”. Y eso nos debería aliviar, sino fuera porque el presidente debe estar haciendo un berrinche y, a veces, ni los adultos son suficiente garantía.
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