Primavera Turca: La protesta ecológica que se volvió política
Corría el año 2013, y el entonces primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, tenía el sueño de modernizar Estambul. Quería dejar su sello y dotar a la ciudad del viejo esplendor otomano. Su plan incluía la destrucción del Parque Gezi, lindero a Plaza Taksim para construir un centro comercial y una mezquita.
Pero ese espacio verde, uno de los pocos del centro de Estambul se transformó, de golpe, en un símbolo de la resistencia.
Los turcos dijeron basta.
¿Llegaba, por fin, la primavera turca?
Lo que había empezado el 28 de mayo con cincuenta ambientalistas reunidos para protestar contra la tala de árboles cambió por completo el panorama político del país.
Los turcos recurrieron a una nueva manera de protestar, de pie y en silencio. Así luchaban contra quienes los llamaban terroristas. Las fotografías de ciudadanos de pie inundaron la prensa mundial.
La brutal represión de la policía en aquel reclamo ecologista fue la mecha. La policía había quemado las carpas de los manifestantes y la gente no tardó en salir a la calle a protestar.
La clase media, descontenta con las políticas pro islamistas del gobierno, se convirtió en el núcleo crítico de la revuelta. El reclamo ecológico se volvía político.
Las redes sociales jugaron un papel importante, tal como había ocurrido años antes con la Primavera Árabe. Las imágenes de la represión circularon por el mundo entero casi de inmediato.
Al día siguiente llegaron más manifestantes a acampar en el Parque. El 31 de mayo la policía recurre a los gases lacrimógenos, cañones de agua y gases irritantes para dispersar a los manifestantes. Cuanto más endurecía el gobierno su postura, más manifestantes se sumaban. Las demostraciones ya no solo ocurrían en Estambul, se reproducían en todo Turquía.
Durante el mes de junio, los choques se intensificaron. La prensa opositora sufría censura mientras que los periódicos oficialistas ponían historias falsas en sus páginas.
Turquía ardía.
Todo parece indicar que Erdoğan no aprendió nada de la llamada Primavera Turca. Y solo resta esperar si el pueblo turco saldrá nuevamente a las calles para reclamar por sus derechos.
Erdoğan no parecía encontrar salida a una crisis que él mismo había provocado.
Los turcos recurrieron a una nueva manera de protestar, de pie y en silencio. Así luchaban contra quienes los llamaban terroristas. Las fotografías de ciudadanos de pie inundaron la prensa mundial. El reclamo no cedía.
Finalmente, el 2 de julio un tribunal paraliza el plan la remodelación del parque.
La Primavera Turca llegaba a su fin. Pero el Primer Ministro y todo su gobierno sabían ahora que el pueblo estaba dispuesto a resistir aquello que consideraba injusto.
Erdoğan declaró, apenas iniciadas las revueltas, que si alguien pensaba que esas protestas eran comparables con la primavera árabe era porque no conocía realmente a Turquía. Sabía perfectamente que el gobierno no iba a caer, como había ocurrido en varios países árabes.
Porque el surgimiento de la Primavera Turca no buscaba su derrocamiento. Buscaba la apertura, buscaba poner un freno al tinte autoritario de Erdoğan, buscaba detener la islamización de un país históricamente secular.
Cinco años después, Erdoğan ocupa la presidencia. Y, mediante el adelantamiento de las elecciones intenta lograr un cambio en la forma de gobierno. El presidente electo aglutinará funciones ejecutivas, legislativas y judiciales.
Todo parece indicar que Erdoğan no aprendió nada de la llamada Primavera Turca. Y solo resta esperar si el pueblo turco saldrá nuevamente a las calles para reclamar por sus derechos.
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